15.4.08

Dirigentes de las FPL califican suicidio de Cayetano Carpio como "acto de cobardía politica"



Tomado de Centroamerica 21

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Las FPL,una guerrilla enorme y poderosa, sectaria y dogmática

Leonel González en Chalatenango en 1987

La noche de 12 de abril Carpio recibió la visita de Salvador Sánchez Cerén, quien le exigió la entrega de todas las estructuras y redes de colaboradores de las FPL, y le comunicó que sería trasladado a Cuba. Eran las nueve y media de la noche. Carpio no respondió. Se encerró en su oficina, escribió unas cartas alegando su inocencia y acto seguido se disparó una bala en el corazón.


Lunes 14 de abril 2008
Geovani Galeas
(Décima y última parte)
redaccion@centroamerica21.com

La mayor parte de las casas de seguridad que los sandinistas le habían proporcionado al FMLN se encontraban en la Carretera Sur, en las afueras de Managua. Eran lugares estrictamente compartimentados, y los comandantes del FMLN que por ahí pasaban periódicamente tenían sus propios equipos de seguridad para protegerlos.

En el kilómetro 15 y medio, entre El Crucero y Monte Tabor, estaba la quinta de la comandante Mélida Anaya Montes, segunda al mando en las FPL. La madrugada del 6 de abril un comando armado penetró sigilosamente en esa casa, neutralizó al personal de seguridad y degolló a la comandante luego de haberle asestado unas ochenta puñaladas en todo el cuerpo.

Todos los salvadoreños que en esos momentos estábamos en esa zona, cumpliendo diversas misiones, no dudamos de que se trataba de un atentado orquestado por la CIA, y eso significaba que el enemigo había detectado y ubicado las redes clandestinas del FMLN en Managua.

Yo estaba en el kilómetro 14 y medio, y en cuanto supe la noticia fui a conversar con un vecino, un internacionalista alemán que desde hacía muchos años colaboraba con los movimientos revolucionarios latinoamericanos y tenía fama de sabérselas todas. “No”, me dijo, “la CIA no opera ni mata de esa manera. Eso no fue una ejecución técnica sino más bien un ritual de odio”.

Su hipótesis me desconcertó porque apuntaba en una dirección impensable, al menos para mí en ese momento: el enemigo estaba en casa y era uno de los nuestros, sencillamente porque, según él, la saña inaudita con que se había realizado el asesinato no correspondía a las técnicas del enfrentamiento entre enemigos, sino a los excesos de visceralidad propios del ajuste de cuentas a quien se considera un traidor a la causa común.

Mi amigo, por supuesto, no era un adivino, solo era un conspirador experimentado que, por añadidura, estaba muchísimo mejor informado que yo en cuanto a la dimensión de los problemas internos de las FPL.

La situación

A los dos golpes recibidos por Cayetano Carpio, en la reunión de La habana, se sumó otro más devastador, casi de inmediato: el Comando Central de las FPL en pleno acordó que la máxima dirección de esa organización tenía que autocriticarse, y reconocer su sectarismo ante su propia militancia, las otras agrupaciones del FMLN y los aliados estratégicos.

Ese cónclave se realizó en Managua entre el 25 de enero y el 5 de febrero de 1983. La decisión solo tuvo dos votos en contra: el del propio Carpio y el de Rogelio Bazzaglia, jefe del aparato seguridad de las FPL. Años después, Salvador Guerra le contaría a Marta Harnecker que “tanto en la comisión política como en el comando central habíamos derrotado los planteamientos de Carpio. En todos sus escritos y expresiones finales nos acusa de ser un atajo de pequeñoburgueses”.

Por su parte, en su libro “Con sueños se escribe la historia”, Salvador Sánchez Cerén afirma: “Da da la composición de la dirección de la organización, una mayoría de maestros y estudiantes, Marcial señaló que el foco del pensamiento pequeñoburgués estaba aglutinado en torno a Ana María (Mélida Anaya Montes), y que ella generaba una influencia decisiva en las nuevas posiciones”.




Reunión 7o consejo revolucionario de las FPL, ellos asumieron las jefaturas de la organización después de la muerte de Marcial


Como quiera que fuese, la autocrítica debía realizarse en el Séptimo Consejo Revolucionario de la organización, que debía efectuarse en El Salvador hacia agosto de ese mismo año. Por supuesto que a la autocrítica debía seguir, en consecuencia, toda una readecuación estratégica de la línea política y militar de las FPL, y probablemente también un recambio en sus organismos de dirección.

De hecho, otro de los acuerdos tomados en esa reunión fue que el representante de las FPL ante la comandancia general del FMLN ya no sería Carpio sino Salvador Sánchez Cerén.

Hasta ese momento Carpio había contado con un privilegio exclusivo: su sola autoridad moral le confería el poder de veto en las discusiones internas de las FPL. Pero a esas alturas su autoridad, por lo menos en lo tocante a los organismos dirigentes de su organización, estaba ya tan deteriorada que no tuvo más alternativa que asumir la decisión de la mayoría. Y lo hizo, pero solo formalmente.

Dos meses después contramaniobró: el primero de abril convocó a una reunión de militantes de las FPL que en ese momento se encontraban en Managua, y que en su totalidad simpatizaban con sus posiciones.

Eran la flor y nata de la corriente cayetanista dentro de las FPL, quienes habían impulsado y sostenido con tenacidad y fervor dos consignas significativas: “Marcial es el Ho Chi Min de América Latina”, y “Bajo el mando único de Marcial, hasta la victoria final”. En esa reunión, en un discurso que después sería conocido como su testamento político, Carpio se lanzó contra los acuerdos tomados por el Comando Central:

“¿Por qué nos vamos a dar golpes de pecho nosotros, considerarnos como grandes sectarios, por el hecho de que proclamamos un nuevo enfoque de alianzas de clases favorables a los obreros y los campesinos? (...) La autocrítica no significa ponerle el calificativo de sectario a todo lo grande que nuestra organización tiene”, dijo.

Al día siguiente partió hacia Libia a gestionar apoyos. Se suponía que, a su regreso, ingresaría a uno de los frentes de guerra en El Salvador para comenzar a preparar el Consejo Revolucionario, junto a Mélida Anaya Montes. No es muy aventurado imaginar que, para entonces, él sabía muy bien que el resto de los dirigentes de su propia organización ya habían tomado la decisión de desplazarlo de la máxima jefatura.

El suicidio

Carpio se encontraba Libia cuando fue Informado de la muerte de Anaya Montes; tomó el primer vuelo que tuvo a mano, y llegó a Managua el día 9, justo para asistir a los funerales.

Ahí, en el estrado de honor, junto a los comandantes sandinistas y otros dirigentes del FMLN, pronunció casi a media voz un breve y dolido discurso en la Plaza de la Revolución. Estaba devastado. Ese mismo día, la seguridad sandinista capturó a varios salvadoreños, bajo la acusación de haber sido los asesinos de la comandante.

Se trataba de Rogelio Bazzaglia y de los elementos que conformaban un comando especial bajo sus órdenes. Según las autoridades Sandinistas, Bazzaglia confesó que había actuado por órdenes precisas de Cayetano Carpio, quien fue confinado bajo vigilancia en su propia casa de seguridad. Carpio negó en todo momento su responsabilidad, pero ni los sandinistas ni los otros dirigentes de las FPL le creyeron.

La noche de 12 de abril Carpio recibió la visita de Salvador Sánchez Cerén, quien le exigió la entrega de todas las estructuras y redes de colaboradores de las FPL, y le comunicó que sería trasladado a Cuba. Eran las nueve y media de la noche. Carpio no respondió. Se encerró en su oficina, escribió unas cartas alegando su inocencia y acto seguido se disparó una bala en el corazón.

Las dos versiones

La dirigencia de las FPL no le creyó a Carpio. El frente metropolitano de las FPL y la estructura internacional de la organización no le creyeron a la dirigencia de las FPL y se escindieron.

Un año después de esos acontecimientos, en abril de 1984, quienes se quedaron al mando de las FPL dieron a conocer un documento titulado “Las desviaciones de los renegados”, en el que, entre otras cosas, revelan cual habría sido el plan de Carpio y de sus seguidores. Antonio Morales Carbonell se refiere a ese escrito y lo cita en su artículo “El suicidio de Marcial”.

Resumiendo lo dicho en el documento, Morales Carbonell escribe: “El plan habría consistido en crear una fracción alrededor de Marcial, para imponer su liderazgo en el Séptimo Consejo, aislando previamente y, si era necesario, eliminando físicamente a todos aquellos que se opusieran, como había sucedido con Mélida Anaya Montes. Sin embargo, al ser descubiertos los autores del crimen, el plan se habría frustrado. Las medidas y los acuerdos adoptados posteriormente por el Séptimo Consejo habrían cerrado los espacios a los miembros de la fracción quienes, según el documento:

“se vieron en peligro de ser desenmascarados, y por ello optaron por fraccionar las FPL, al separar de su estructura algunas redes y colectivos del frente urbano y del exterior, utilizando los mismos argumentos y métodos usados por Marcial y su camarilla”.

Por su parte, quienes han sostenido desde entonces la inocencia de Carpio, se basan en que en el proceso judicial llevado a cabo por el asesinato de Anaya Montes, Bazzaglia nunca ratificó que Carpio le hubiese dado la orden, y tampoco se presentó ninguna otra evidencia que comprobase su responsabilidad. Eso permitió que el tribunal, que sí condenó a Bazzaglia y a sus cómplices, sobreseyera definitivamente a Carpio.

Los dirigentes de las FPL que relevaron a Salvador Cayetano Carpio han sostenido, hasta la fecha, que el suicidio de este fue “un acto de cobardía política”. Quienes aun honran su memoria sostienen que se trató de un acto heroico más en la vida de un revolucionario intachable, víctima de una traición de sus propios compañeros, los sandinistas y los cubanos.



(Continuará)

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